Confirmados

“Habiendo arribado a Cesarea, subió para saludar a la iglesia, y luego descendió a Antioquía. Y después de estar allí algún tiempo, salió, recorriendo por orden la región de Galacia y de Frigia, confirmando a todos los discípulos”.

Hechos 18:22-23


Esta porción de la Biblia nos habla del ministerio de Pablo, revelando un ritmo saludable de vida cristiana y misionera: comunión, descanso, propósito y servicio. Cada detalle muestra cómo vive un creyente que camina guiado por el Espíritu.


Pablo, después de un viaje largo y agotador, subió para saludar a la iglesia. Esto nos enseña que, aunque tengamos muchos compromisos, la comunión con la iglesia es esencial. El corazón del cristiano siempre vuelve a su comunidad espiritual, porque allí encuentra apoyo, corrección y ánimo. Así como un misionero que regresa a su iglesia enviadora o visita a las iglesias que le apoyan, la vida cristiana no se vive aislada; se vive conectada.


El texto dice que Pablo estuvo “algún tiempo” en Antioquía. Este tiempo fue para renovación. Pablo sabía que, para seguir avanzando, necesitaba detenerse. Estar quieto y ser sensible al Señor. Dios usa los tiempos de pausa para restaurarnos, prepararnos y fortalecernos. No es falta de fe descansar; es parte del diseño de Dios.


Cuando Pablo volvió a salir, lo hizo “recorriendo por orden” las regiones que ya conocía. Su ministerio no era impulsivo, sino estratégico. Tomó decisiones intencionales y guiadas por el Espíritu. Servir a Dios requiere propósito, planificación y obediencia, no solo emociones pasajeras. Requiere orden, dirección y claridad.


Pablo tenía un propósito claro: confirmar a todos los discípulos. Sabía que la fe necesita ser alimentada constantemente. Él regresaba a los mismos lugares porque entendía que el crecimiento espiritual toma tiempo y acompañamiento. El discipulado no ocurre en un día; es un proceso continuo de afirmación y enseñanza.


En este pasaje no vemos a Pablo buscando reconocimiento ni comodidad, sino dedicándose a fortalecer a otros. Esa es la marca de un cristiano maduro: vivir para edificar a los demás. La madurez no se mide por cuánto sabemos, sino por cuánto servimos.


Aunque Pablo tenía un orden y un plan, su vida entera dependía de la guía del Espíritu Santo. Él se movía paso a paso, confiando en que Dios abriría y cerraría puertas según Su voluntad. Caminar con Dios es avanzar en obediencia incluso cuando no vemos todo el camino.


Este día usted puede reflexionar y evaluar: ¿Está manteniendo su corazón unido a la iglesia o ha descuidado la comunión? ¿Reconoce la importancia del descanso como parte de su vida espiritual? ¿Está sirviendo a Dios con intención o solo reaccionando a impulsos? ¿Está permitiendo que otros confirmen su fe? ¿A quién está fortaleciendo? ¿Cómo puede servir más a otros esta semana? ¿Está confiando en la guía de Dios aun cuando no ve el panorama completo?


Leer: Hechos 18–19 y Proverbios 28

En estos capítulos, ¿en qué continente se encontraba Pablo?