El tiempo perfecto de Dios
“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley”.
Gálatas 4:4
El 8 de diciembre de 1858, Bristol, Inglaterra, amaneció con una niebla tan densa que no se veía a diez metros de distancia. Ningún barco podía salir del puerto. George Müller, el hombre que sostenía cinco grandes orfanatos y cuidaba a más de dos mil niños sin pedir dinero a nadie, tenía que tomar el vapor de las 9:00 rumbo a Canadá. Había anunciado públicamente que predicaría en Quebec el domingo siguiente y, en más de treinta años de ministerio, nunca había faltado a una cita anunciada.
A las 8:30, el capitán le dijo: “Imposible zarpar hoy, señor Müller. Ni Dios mismo podría despejar esta niebla”. Müller sonrió con calma y respondió: “Mi viaje está en manos de Dios. Vamos a orar”. Bajaron a la cabina. Müller hizo una oración breve y concreta: “Padre, Tú sabes que prometí predicar en Quebec el domingo. No dudo que puedes despejar esta niebla en cinco minutos. Hazlo, por amor a Tu nombre. Amén”. Apenas terminó de decir “Amén”, el capitán abrió la boca para replicar… cuando un marinero gritó desde cubierta: “¡La niebla se está levantando!”
En menos de diez minutos el cielo quedó completamente despejado. El barco zarpó a las 9:15 y llegó a Quebec justo a tiempo para que Müller predicara el domingo.
Semanas después, al regresar a Inglaterra, Müller leyó en The Times del 9 de diciembre de 1858 que aquel mismo día, exactamente a la hora en que él habría tomado un tren de conexión en Bristol si el barco hubiera salido puntual, un expreso descarriló a toda velocidad, y varios pasajeros murieron. Dios lo había retenido en el puerto… para salvarle la vida.
Lo que el capitán llamó “imposible” fue, en el reloj de Dios, la hora exacta para proteger a Su siervo. Usted y yo también enfrentamos momentos de “niebla”: un diagnóstico que no llega, una puerta que se cierra, un sueño que parece eternamente retrasado. Nos desesperamos y murmuramos: “¡Señor, es tarde!”. Pero Gálatas 4:4 nos recuerda que el Hijo de Dios no llegó ni un segundo antes ni un segundo después, sino “cuando vino el cumplimiento del tiempo”.
La niebla que retrasó a Müller y la estrella que guió a los magos tuvieron el mismo Autor: Aquel que hace que todas las cosas cooperen para bien y que nunca, jamás, llega tarde. “Porque Yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros —dice Jehová—, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”. (Jeremías 29:11)
Cuando la niebla cubra su camino, no tema. El Capitán del barco de su vida ya está obrando… y en cualquier momento escuchará el grito: “¡La niebla se está levantando!”. Porque en el tiempo perfecto de Dios, incluso los retrasos son citas divinas.
Video de hoy: https://youtu.be/DQSeIFm5lnk
Leer: Gálatas 4-6; Proverbios 25
¿Qué es el concepto de esclavitud según el contexto usado en la lectura de hoy?
