El Dios no conocido

"Porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Aquel, pues, que vosotros honráis sin conocerle, es a quien yo os anuncio".

Hechos 17:23


El apóstol Pablo caminaba por las calles de Atenas y su espíritu se conmovía al ver una ciudad entregada por completo a la idolatría. Entre tantos altares a dioses conocidos, encontró uno que decía: "AL DIOS NO CONOCIDO". Aquellos atenienses, en su sinceridad religiosa, habían levantado un altar por si acaso se les escapaba algún dios. Reconocían, sin saberlo, que había Alguien más grande, Alguien real, que aún no habían encontrado.


Hoy millones de personas a su alrededor viven exactamente igual: buscan a Dios, pero no lo conocen. Adoran el éxito, el dinero, el placer, las ideologías o incluso "la energía del universo", y levantan altares a un "dios desconocido" porque en lo profundo de su corazón saben que tiene que existir Algo o Alguien que dé sentido a la vida. La tragedia no es que busquen; la tragedia es que no lo encuentran porque nadie se lo ha presentado.


Su responsabilidad es clara: Dios ha puesto en sus manos el privilegio y el mandato de anunciar al Dios que ellos honran sin conocer. Usted no puede quedarse callado mientras el mundo perece buscando en los lugares equivocados.


Una historia real que ilustra poderosamente este encuentro con la identidad perdida y encontrada es la de Erica Dunomes. Durante años Erica vivió envuelta en una espiral de autodestrucción, vergüenza y desesperanza. Crecida en un entorno marcado por el abuso y la ausencia de un amor incondicional, se identificaba como alguien indigna de ser amada. Su vida era un altar al dios desconocido: el dios de las relaciones tóxicas que llenaban temporalmente su vacío, el dios de las adicciones que adormecían su dolor, el dios de la autoayuda que prometía control pero solo traía más confusión. En su propia confesión se sentía como una sombra de sí misma, perdida en una identidad falsa que la arrastraba hacia el abismo, honrando a deidades invisibles que nunca la satisfacían.


Todo cambió cuando una amiga, movida por el amor de Cristo, la invitó a una reunión de estudio bíblico. Erica llegó con el corazón pesado, pero al escuchar el Evangelio (el mensaje de un Salvador que la conocía por completo y aun así la elegía) algo se rompió en su interior. Por primera vez oyó que Jesús no la veía como un fracaso, sino como una hija amada, redimida por su sangre. Esa noche, entre sollozos de arrepentimiento y gozo, Erica entregó su vida a Cristo y descubrió que su verdadera identidad no estaba en sus errores pasados, sino en la cruz que la liberaba.


Desde entonces Erica ha transformado su dolor en propósito. Ha roto cadenas de adicción, ha reconstruido relaciones y ahora sirve como bloguera y creadora digital, compartiendo recursos de fe para que otros "persigan a Jesús, encuentren vida y vivan en libertad". Miles han sido tocados por su testimonio y han encontrado en Cristo al Dios que antes honraban sin conocer. Erica entendió que su responsabilidad no era solo sanar, sino anunciar: el Dios verdadero restaura identidades perdidas.


Usted se encuentra todos los días con personas que, como los atenienses y como Erica antes de su encuentro, adoran al Dios no conocido. En la fila del supermercado, en el trabajo, en la familia, en las redes sociales: millones honran a Dios sin conocerlo porque nadie les ha dicho quién es Él realmente: el Creador que los ama, el Salvador que dio su vida por ellos y el Padre que los espera con los brazos abiertos.


No menosprecie el altar que han levantado en su ignorancia. Más bien, como Pablo, anuncie con valentía y amor: "Aquel que ustedes honran sin conocer, ¡ese es el que yo les anuncio! Su nombre es Jesucristo, y Él los está buscando".


Que el Señor le dé urgencia y compasión para cumplir su responsabilidad. El mundo sigue lleno de altares al Dios no conocido, y usted lleva en sus labios el Nombre que está sobre todo nombre.


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Leer: Hechos 17; Proverbios 26

¿En qué otro lugar del Nuevo Testamento se repite casi exactamente la frase "Dios… no habita en templos hechos por manos de hombres" que Pablo usa en Hechos 17:24?