Cristianos: pequeños Cristos
“Y se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía”.
Hechos 11:26
El cristianismo no comenzó como una religión estructurada ni como un movimiento social importante. Empezó con hombres y mujeres que, transformados por Jesús, comenzaron a vivir de una manera tan diferente que el mundo los identificó como “cristianos”: pequeños Cristos. Este versículo nos invita a reflexionar en lo que significa realmente llevar el nombre de Cristo.
Antes de ser llamados cristianos, eran discípulos: personas comprometidas a aprender de Jesús, obedecerle e imitarle. No es el nombre lo que forma al discípulo; es la relación con Cristo lo que le da identidad. Si amamos unos a otros, nos identificamos con Él; si hablamos de Cristo con otros, nos identificamos con Él; si perseveramos en Su Palabra, nos identificamos con Él. Ser cristiano significa seguir a Cristo cada día, no solo reconocerlo con palabras. Las acciones también hablan.
Bernabé y Pablo pasaron un año completo enseñando a la iglesia en Antioquía. La madurez espiritual requiere tiempo, perseverancia y dedicación. No podemos reflejar a Cristo si no somos enseñados por Su Palabra. Nadie que tiene una relación superficial con el Señor ha podido reflejar a Cristo. Ellos se congregaban. La fe crece cuando caminamos con otros creyentes.
Una iglesia sana forma cristianos que impactan su entorno. Cristianos que crecen constantemente hacen que la iglesia esté siempre en movimiento y transición. Si cada cristiano hoy está creciendo y enseñando a otros la Palabra de Dios, entonces debemos ver nuevos miembros, misioneros saliendo y nuevas iglesias siendo establecidas en otros lugares. No estamos llamados a vivir la fe en soledad, sino en comunidad.
El nombre “cristianos” no fue autoimpuesto; la gente lo reconoció. Esto significa que sus vidas reflejaban a quién pertenecían. Ellos estaban mostrando a Cristo; por eso el mundo podía reconocerlos como “cristianos”. Nuestra fe debe ser visible, no como apariencia, sino como evidencia de transformación. El mundo debería estar conociendo a Cristo hoy porque nuestras vidas están mostrándole.
Tome un tiempo para reflexionar hoy: ¿Estoy creciendo como discípulo? ¿Qué pasos concretos estoy dando? ¿Pueden los demás ver a Cristo en mis acciones, palabras y decisiones? ¿Formo parte activa de la iglesia, edificando y siendo edificado? Recuerde: “El mayor honor que tenemos no es llamarnos cristianos… sino vivir como Cristo para que otros también lo vean en nosotros”.
Leer: Hechos 11-12; Proverbios 20
¿Qué principio podemos aprender sobre la situación de Pedro y la respuesta de la iglesia ante su situación?
