Andando con Carl Hatch

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.

Juan 3:16


Veamos la historia de un hombre que reconoció la hermosa gracia de Dios en su vida. Carl Hatch, a la edad de 13 años, tuvo un gran susto. Él andaba por muy malos caminos desde temprana edad. Una madrugada, alrededor de las tres, fue a revisar la cocina de carbón que estaba encendida y, por la presión acumulada, la cocina explotó, quemándole el cabello y causándole varias heridas. Su mamá, profundamente preocupada, oraba para que Dios le diera una oportunidad de vivir. Ella era creyente, aunque nunca se le enseñó lo que significaba ganar un alma para Cristo.


Pasaron algunos años y, a los 15, Carl estaba lleno de tanta maldad que incluso decía odiar a los cristianos y afirmaba no creer en Dios. A los 16 se inscribió en la Escuela Militar, pero lo expulsaron, y él continuó en sus malos caminos. Le gustaba beber alcohol y robaba para conseguir lo que quería.


Con el tiempo, siendo ya adulto, conoció a la que sería su esposa. Volvió al ejército, pero siguió huyendo de Dios. Aunque tenían poco dinero y pasaban muchas luchas, lograron comprar su primera casa. Un día, mientras Carl pintaba la sala, un vecino tocó a su puerta para ofrecerle ayuda. Mientras conversaban, el vecino mencionó que era predicador bautista. Carl se molestó tanto que lo echó de su casa. El vecino, con tristeza, le dijo mientras salía: “Carl, voy a estar orando por ti, te amo en Cristo”.


Aquellas palabras impactaron profundamente a Carl. Nadie, aparte de su madre y su esposa, le había dicho que lo amaba. Cada día cuando él llegaba del trabajo, el vecino salía para recordarle que estaba orando por él y que lo amaba. Todos los jueves lo invitaba a la iglesia, aunque Carl seguía rechazándolo. Hasta que un día, en un momento decisivo para él y para su esposa, Carl aceptó la invitación. Su esposa, sorprendida y emocionada —aunque aún no era creyente— se alegró solo de verlo dispuesto a cambiar.


Ese primer día no fue suficiente para que Carl reconociera su necesidad de arrepentimiento y de entregarse a Cristo. Pero sí lo fue para su esposa: ella fue salva aquel mismo día. Con el pasar de los días, Carl escuchaba a su esposa orar por su salvación, y eso comenzó a quebrantar su corazón. Finalmente, decidió dejar de huir de Dios y aceptó a Cristo. Desde ese momento, su vida cambió radicalmente.


En una entrevista, Carl Hatch comentó que, si alguien le hubiera hablado de Cristo en su juventud, su vida probablemente habría sido muy diferente. Sin embargo, por más lejos que había llegado, finalmente entendió cuán grande es el amor de Dios.


Hoy, sin importar su edad, si Dios ha puesto en su corazón hablarle a alguien de Cristo, ¡hágalo y no tarde! El amor y la gracia de Dios son tan grandes que pueden transformar cualquier vida que esté dispuesta a confiar en Él. Dios transformó la vida de Carl Hatch y la usó para predicar Su Palabra y guiar a muchos a Cristo. Carl dio toda la honra y la gloria a Dios por ablandar su corazón y darle la oportunidad de servirle. ¡Dios es tan bueno! No importa cuán difícil haya sido su vida: hoy Dios quiere mostrarle cuánto le ama y lo que Su gracia puede hacer en usted.


Leer: Lucas 24-; Juan 20-21; Proverbios 15

En Juan 20, María Magdalena no reconoce a Jesús hasta que Él dice su nombre. ¿Qué conexión literaria o teológica hace Juan entre este momento y la enseñanza de Jesús en Juan 10 sobre el Buen Pastor?