¿Con qué autoridad?

“Y le hablaron, diciendo: Dinos, ¿con qué autoridad haces estas cosas, o quién es el que te ha dado esta autoridad”?

Lucas 20:2


Los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos confrontaron a Jesús en los atrios del templo, exigiendo credenciales por haber limpiado el templo y enseñado. Su pregunta no era curiosidad inocente; era un desafío a Su derecho de actuar. Sin embargo, la autoridad de Jesús no era prestada, delegada ni temporal. Era inherente, eterna y divina. El Evangelio responde a su pregunta —y a la nuestra— con tres verdades inquebrantables.


1. Jesús tiene autoridad como Creador

Juan 1:1–3 declara: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios… Todas las cosas por Él fueron hechas”. El que ellos interrogaban formó galaxias con una palabra y puso límites a los mares. Cada átomo Le obedece; cada latido depende de Él. El templo que limpió era Su casa (Juan 2:16). Los fariseos pedían documentos; el Creador no necesitaba ninguno.


2. Jesús tiene autoridad como Mesías

La voz de Dios tronó en Su bautismo: “Este es Mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17).

Siglos de profecía convergieron en Él: nacido de virgen, descendiente de David, ungido sin medida. Cuando perdonó pecados, calmó tormentas y resucitó muertos, cumplió lo que solo el Mesías podía hacer. Los líderes religiosos se aferraban a la cátedra de Moisés; Jesús era el cumplimiento de la ley de Moisés.


3. Jesús tiene autoridad como Dios y Salvador personal

No dicta órdenes desde el cielo; entra en nuestras historias. Conoce su nombre, sus miedos y sus fracasos. Cuando dice “Sígame”, no es mandato de un gobernante lejano, sino invitación del Buen Pastor que dio Su vida por usted (Juan 10:11).


Su autoridad no es tiránica; es redentora. Dirige porque murió para comprar el derecho de guiarnos. Rendirse al que sabe lo mejor. Porque Jesús es Creador, Mesías y Salvador, Sus direcciones tienen un peso que ninguna voz humana iguala. Cuando dice “Tome su cruz”, no es arbitrario: Él la llevó primero. Cuando lo llama a perdonar, reconciliar o dar un paso hacia lo desconocido, habla como quien lo formó y lo redimió a costo infinito.


Obedecer no es servidumbre; es confiar en el único Líder que nunca yerra. Los fariseos querían un certificado. Jesús ofreció una cruz… y una resurrección. Su pregunta resuena en todo corazón que resiste Su señorío. ¿Quién Le dio el derecho? La respuesta es la tumba vacía. Tiene el derecho porque tiene las cicatrices. No resista más al Dios que lo creó, lo redimió y lo conoce íntimamente. Deje de cuestionar Su autoridad y empiece a seguir Sus pasos. Hoy mismo, ríndase por completo: permita que Él limpie, enseñe y dirija cada rincón de su vida. La tumba vacía lo grita: ¡Jesús tiene todo el derecho! Responda con obediencia gozosa y descubra la libertad que solo nace al caminar bajo Su perfecta guía.


Leer: Mateo 23; Lucas 20-21

¿Por qué los principales sacerdotes procuraban echarle mano a Jesús, y por qué no lo hicieron?