Ser como niño
“Traían a Él los niños para que los tocase; lo cual viendo los discípulos, les reprendieron. Mas Jesús, llamándolos, dijo: Dejad a los niños venir a Mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el Reino de Dios. De cierto os digo, que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en Él”.
Lucas 18:15-17
¿Por qué el Reino del Señor les pertenece a los niños? El Reino de Dios no se conquista con poder, sabiduría, prestigio, posición u obras, sino con humildad. Quien se acerca a Dios debe hacerlo reconociendo su necesidad, su pequeñez y su dependencia de Él. Jesús nos enseña que la grandeza en Su Reino está en ser como un niño: sencillo, dependiente de Él, amoroso y confiado. Los niños pueden ser tan dulces e inocentes que, por naturaleza, su fe es pura, sincera y verdadera.
Cuando los discípulos intentaron impedir que los niños se acercaran, Jesús los corrigió y los llamó. Esto nos enseña que cada persona, sin importar su edad o condición, es valiosa para Él. Dios no hace acepción de personas; ama la pureza, la inocencia y la sinceridad del corazón. Los niños representan ese espíritu sencillo que Dios desea. Esto no significa ser inmaduro, sino tener una fe confiada, sencilla y sin reservas, como la de un niño que cree en sus padres sin dudar.
Un niño no se complica con orgullo, prejuicios o razonamientos. Ellos creen, confían, aman, perdonan y se entregan. Así debe ser nuestra relación con Dios: con un corazón humilde, abierto y lleno de confianza. Por esto el Reino de los Cielos les pertenece a ellos, y puede pertenecer a nosotros también, si decidimos ser como ellos.
Los padres, maestros y creyentes somos llamados a guiar a los niños hacia Cristo, no a alejarlos. Podemos amarlos e instruirlos en los caminos del Señor. En un mundo lleno de distracciones, donde la pureza de un niño se ve corrompida por las “modas” que Satanás y la humanidad han establecido y aceptado, cada uno de nosotros es responsable de enseñarles a orar, a amar la Palabra y a confiar en Dios. Eso mismo es un acto de obediencia y amor.
Jesús no solo bendijo a los niños, sino que los puso como ejemplo para los adultos. Nos recordó que, para entrar en Su Reino, debemos despojarnos del orgullo, del control y de la autosuficiencia, y volver al corazón sencillo de un niño que se deja abrazar por su Padre Celestial.
En este día, decida dejar atrás todo lo que le impide ser como un niño. Despójese de los estorbos en su vida cristiana y busque la pureza y la inocencia en el Señor. Sirva al Señor con gozo, con risa, con sinceridad y con la intención que un niño tiene al servir: no buscando beneficios, sino el privilegio de agradar a su Padre.
Leer: Lucas 18 y Proverbios 30
De las parábolas en el capítulo 18 del libro de Lucas, ¿qué verdad aprendió hoy?
