El que quiere ser el primero

“Y llegó a Capernaum; y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino? Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor”.

Marcos 9:33-34


En el contexto del Evangelio de Marcos, Jesús y Sus discípulos viajan hacia Capernaum después de que Él anuncia por segunda vez Su muerte y resurrección. Mientras caminan, los discípulos discuten en secreto sobre quién de ellos es el más importante. Esta disputa revela una tendencia humana común: el deseo de superioridad y reconocimiento. Jesús, conocedor de sus corazones, los confronta directamente, exponiendo cómo incluso entre Sus seguidores más cercanos surge el egoísmo y la ambición personal.


Hoy, muchos cristianos caen en la misma trampa. Usted puede observar esto en iglesias, ministerios o incluso en la vida cotidiana, donde algunos buscan ser el “primero” en todo: el más elocuente en la predicación, el más visible en el liderazgo o el que recibe más elogios por sus obras. Creen que su posición espiritual o sus logros los hacen superiores, olvidando que el Reino de Dios no se basa en jerarquías humanas. Esta actitud no solo divide comunidades, sino que contradice el ejemplo de Cristo, quien vino no para ser servido, sino para servir y dar Su vida en rescate por muchos (Marcos 10:45). Si usted sigue a Cristo, debe priorizar a los demás, colocándolos en primer lugar, tal como Él lo hizo al lavar los pies de Sus discípulos o al sacrificarse en la cruz.


Un aspecto clave de esta lección es el de la ofensa personal. Con frecuencia, cuando alguien nos hiere o nos ignora, nos centramos exclusivamente en nuestros sentimientos heridos. Pensamos: “¿Cómo se atreven a tratarme así? ¿No ven lo importante que soy?” Este enfoque egoísta nos impide ver las necesidades de los otros y nos aleja de la humildad que Jesús enseña. En lugar de rumiar ofensas, imagine cómo se sentiría la otra persona: quizás esté lidiando con sus propias luchas, inseguridades o dolores. El egoísmo nos hace ver el mundo solo a través de nuestro propio lente, pero Cristo nos llama a considerar a los demás como más importantes que nosotros mismos (Filipenses 2:3-4). Al hacerlo, no solo sanamos relaciones, sino que reflejamos el amor sacrificial de Dios.


Aplicar esta verdad en su vida diaria requiere intencionalidad. Cuando surja una discusión sobre roles o reconocimientos, pregúntese: “¿Estoy buscando mi gloria o la de Dios?” En momentos de ofensa, deténgase y piense en el bienestar del otro antes que en el suyo. Al poner a los demás primero, usted no pierde; al contrario, gana la libertad de la humildad y la bendición de vivir como Cristo. Recuerde que en el Reino de Dios, el último será el primero, y el que sirve es el mayor (Marcos 9:35). De esta manera, su caminar cristiano se transforma en un testimonio vivo de Su gracia, fomentando unidad y amor genuino en lugar de competencia y ego.


Video de hoy: https://youtu.be/pyk41--Mv7A


Leer: Mateo 17; Marcos 9; Proverbios 21

¿Cuánto tiempo tenía la persona poseída de un demonio de andar en esta condición difícil?