¿Ojo bueno o maligno?
“La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si nuestro ojo es bueno, todo nuestro cuerpo estará lleno de luz; pero si nuestro ojo es maligno, todo nuestro cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en nosotros hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?”
Mateo 6:22-23
Jesús nos enseña aquí una profunda verdad espiritual: la manera en que vemos la vida determina la luz o la oscuridad dentro de nosotros, aquello que solo nosotros conocemos en lo más profundo de nuestro ser. El “ojo” simboliza nuestra perspectiva, la forma en que interpretamos las cosas, lo que decidimos mirar y en qué fijamos nuestra atención. ¿Dónde están puestos nuestros ojos hoy?
Un “ojo bueno” representa una mirada limpia, enfocada en lo correcto, en Dios, en la verdad y en lo eterno. Cuando nuestros ojos están puestos en Cristo, todo nuestro ser se llena de luz: la luz de Su Palabra, Su paz, Su amor y Su dirección.
Por el contrario, un “ojo maligno” refleja una mirada contaminada: codicia, envidia, orgullo, juicios o pensamientos impuros. Cuando nuestra mirada se enfoca en lo material o en lo negativo, nuestro interior se oscurece y perdemos el discernimiento espiritual. Dejamos de escuchar al Espíritu Santo y corremos el riesgo de convertirnos en creyentes apagados, amargados y que, sin querer, pueden afectar negativamente a otros.
Jesús advierte que si lo que creemos que es luz realmente es oscuridad, nuestro estado es aún más peligroso. Cuando justificamos el pecado, el egoísmo o la falta de perdón como si fueran normales, caminamos en tinieblas creyendo que estamos en la luz. Nos convertimos en cristianos hipócritas, viviendo una doble vida.
Por eso, es vital examinar cada día qué estamos permitiendo entrar por nuestros “ojos”: lo que vemos, escuchamos, leemos o meditamos. Todo ello influye directamente en la condición de nuestro corazón.
Hoy podemos tomar estas verdades para nuestra vida:
La dirección de nuestra mirada determina nuestro destino. Si fijamos los ojos en Jesús, andaremos en luz (Hebreos 12:2), porque Él es luz.
Lo que dejamos entrar por los ojos alimenta el corazón. Por eso Proverbios 4:23 nos recuerda que de él mana la vida.
La pureza de la mirada revela la pureza del alma. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios (Mateo 5:8).
La verdadera luz solo proviene de Cristo. Sin Él, todo lo que parece sabiduría humana termina siendo oscuridad (Juan 8:12).
Nuestros ojos son como ventanas que dejan entrar la luz o las tinieblas al interior del alma. Cada día estamos expuestos a muchas cosas que buscan captar nuestra atención: imágenes, palabras, pensamientos y deseos. Pero Jesús nos recuerda que lo que miramos con frecuencia termina moldeando nuestro corazón.
Hoy el Señor nos invita a revisar qué estamos permitiendo entrar en nuestra vida: lo que vemos, lo que admiramos, lo que deseamos. Y si algo está nublando nuestra visión, Él puede limpiar nuestros ojos con Su luz. La verdadera claridad no viene de mirar más cosas, sino de mirar a Cristo. En Él encontramos la luz que nunca se apaga y la dirección que nunca falla.
Video de hoy: https://youtu.be/3BlzhJPYXG8
Leer: Mateo 5–7 y Proverbios 10
¿Cuál es su versículo favorito del Sermón de Monte y por qué?