La grandeza de la humildad
"Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi tejado; pero solamente di la palabra, y mi criado sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mi mando soldados; y digo a este: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace".
Mateo 8:8-9
En este pasaje de Mateo se presenta la historia del centurión romano, un hombre de autoridad militar que se acerca a Jesús con una petición urgente: la sanidad de su criado. Lo que destaca no es solo su fe inquebrantable, sino su profunda humildad. Él reconoce su indignidad ante el Señor, declarando: "No soy digno de que entres bajo mi tejado". En lugar de exigir o quejarse, se somete completamente a la autoridad de Dios, comparándola con la cadena de mando que él mismo conoce en el ejército. Sabe que una sola palabra de Jesús es suficiente para obrar el milagro, porque comprende que el poder de Dios trasciende cualquier jerarquía humana.
Esta actitud invita a reflexionar sobre cómo debe usted acercarse a Dios en la vida diaria. ¿Se le presenta con humildad y reverencia, reconociendo la soberanía absoluta de Dios? ¿O se le acerca con quejas y demandas cuando las cosas no resultan como usted espera? El centurión no murmuró contra su situación ni cuestionó el plan de Dios; en cambio, se postró en reverencia, confiando en que Él sabe lo que es mejor. Como hijos de Dios, se está llamado a imitar esta humildad. Cuando usted enfrenta pruebas —una enfermedad, una pérdida o un cambio inesperado—, no debe reclamarle a Dios como si supiera más que Él. En su lugar, acérquese con un corazón rendido, diciendo: "Señor, no soy digno, pero confío en Tu palabra".
Para ilustrar la grandeza de Dios y la total dependencia de usted hacia Él, considere un hecho asombroso de Su creación: cada célula humana contiene ADN con más de tres mil millones de pares de bases, codificando información equivalente a miles de libros enciclopédicos, todo ello empaquetado en un espacio más pequeño que un grano de sal. Esta complejidad irreducible, con sistemas como el "motor molecular" de la flagela bacteriana que no podría haber surgido por pasos graduales, apunta a un acto de creación inteligente y reciente por parte de un Creador soberano. Si Dios diseñó algo tan intrincado y funcional desde el principio, ¿cuánto más se preocupa por Sus criaturas? Esta realidad humilla y recuerda a usted que depende por completo de la gracia y el poder de Dios, no de sus propias fuerzas.
Hoy, identifique una situación en la que usted esté tentado a quejarse. En su lugar, reflexione con humildad, entregándola a Dios y confiando en Su plan perfecto.
Leer: Mateo 8, Marcos 2, Proverbios 7
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