Obediencia sobre reglas
“Él les respondió: El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda”.
Juan 5:11
Qué respuesta tan sencilla, pero tan poderosa. Este hombre había pasado treinta y ocho años postrado junto al estanque, esperando un milagro. Un día, un hombre lleno de compasión se le acercó y le dijo: “Levántate, toma tu lecho y anda”. Y él simplemente obedeció.
Cuando los líderes religiosos lo cuestionaron, su respuesta fue clara: “El que me sanó me dijo”. No discutió teología ni se defendió con argumentos. Solo sabía una cosa: el hombre que lo había sanado merecía su obediencia más que cualquier otro. Mientras los judíos se preocupaban por una regla rota, Jesús se preocupaba por un hombre restaurado. Y cuántas veces nosotros caemos en el mismo error — nos aferramos tanto a nuestras reglas, rutinas y costumbres “cristianas” que olvidamos el corazón de Jesús: las personas.
Las reglas y tradiciones pueden tener valor; nos dan orden y dirección. Pero cuando se colocan por encima del amor y la compasión, pierden su propósito. Jesús no vino para hacer de nosotros mejores guardadores de reglas, sino para sanar corazones y dar vida. El hombre junto al estanque no encontró su milagro en un ritual, sino en una relación. Y cuando Jesús habla, su palabra tiene más autoridad que cualquier otra voz. Su mandato trae vida, sanidad y propósito. Nuestra mejor respuesta —como la de aquel hombre— es obedecer con gratitud.
Durante la pandemia de COVID-19, cuando los gobiernos de Estados Unidos y México cerraron las fronteras y restringieron todos los viajes “no esenciales”, muchos ministerios se vieron obligados a detener su trabajo. Pero el pastor Lorenzo Ortiz, en la frontera norte de México, tomó otra decisión. Él dirigía varios albergues para inmigrantes y refugiados en ciudades como Nuevo Laredo y Saltillo. Las nuevas restricciones significaban que debía cerrar y regresar a casa, pero él sabía que si lo hacía, muchas personas quedarían sin comida, sin refugio y sin esperanza. Así que oró, y decidió quedarse. Abrió su propia casa para alojar familias desplazadas, cocinó para ellos con lo poco que tenía, y continuó sirviendo cuando otros se marcharon. No fue una decisión fácil — rompía con reglas, protocolos y expectativas religiosas sobre el “descanso” o “obediencia civil” — pero en su corazón sabía que el amor debía estar por encima de las reglas. Más tarde, el pastor dijo: “Si amar a esas personas significaba romper mi comodidad, mi horario o alguna tradición, valía la pena pagar ese precio”. Su historia nos recuerda que la obediencia a Jesús a veces nos lleva a actuar con una compasión que trasciende las normas.
Este pasaje y esta historia nos invitan a examinar el corazón. ¿Cuántas veces hemos puesto más atención en las reglas que en las personas? ¿Nuestros hábitos espirituales realmente nos ayudan a amar más, o solo a sentirnos correctos? ¿Estamos dispuestos a obedecer la voz de Jesús, aun cuando otros no lo entiendan? Que el Señor nos enseñe a ver a las personas antes que las normas, a escuchar Su voz por encima de las expectativas y tradiciones, y a tener una fe que refleje Su amor más que nuestra rutina.
Video de hoy: https://youtu.be/GuTCaADcoIc
Leer: Juan 5; Proverbios 8
Antes de que Jesús le dijera al hombre que se levantara y caminara, había una multitud junto al estanque de Betesda esperando el movimiento del agua para sanarse. ¿Por qué, según el relato, solo uno pudo recibir sanidad en ese momento y cómo revela esto algo profundo sobre la acción y la autoridad de Jesús frente a las expectativas de los demás?