Tocando el manto de Jesús

“Porque decía: Si tocare tan solamente Su manto, seré salva”. 

Marcos 5:28


En el Evangelio de Marcos, capítulo 5, se relata una historia conmovedora que ilustra el poder transformador de Jesús. Este pasaje ocurre durante el ministerio de Jesús en Galilea, alrededor del año 30 d.C., bajo el dominio romano en Israel. Jesús, rodeado por multitudes, se dirigía a sanar a la hija de Jairo, un principal de la sinagoga. En medio de esa agitación, una mujer que había padecido un flujo de sangre por doce años irrumpió en la escena. Ella había gastado todo su dinero en médicos, sin encontrar alivio; al contrario, su condición empeoraba. Socialmente marginada por su impureza ceremonial según la ley mosaica (Levítico 15:25-27), vivía en aislamiento y desesperación. Sin embargo, al oír hablar de Jesús, decidió actuar con fe audaz: si tan solo pudiera tocar Su manto, sería sanada.


Esta mujer representa a muchos en la sociedad actual, atrapados en problemas que parecen insolubles. En el siglo I, las enfermedades crónicas como la suya no solo afectaban el cuerpo, sino también el espíritu y las relaciones. Hoy, usted podría identificarse con luchas similares: enfermedades persistentes, crisis financieras, relaciones rotas o vacíos emocionales que agotan sus recursos. La clave de la historia no radica en un ritual mágico, sino en la fe dirigida hacia Jesús. Ella no buscaba solo curación física; su anhelo profundo era la salvación integral, como indica la palabra "salva" en griego (sōzō), que implica sanidad, liberación y paz espiritual.


Jesús es la respuesta para todos los problemas de la vida. En un mundo lleno de soluciones temporales —terapias, consejos humanos o distracciones materiales—, Él ofrece algo eterno. Si usted se acerca a Él con fe, como lo hizo esta mujer, Él puede atender sus necesidades más grandes. Piense en cómo, al tocar Su manto, ella no solo fue sanada físicamente, sino que recibió la afirmación de Jesús: “Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz” (Marcos 5:34). Esta paz (shalom) trasciende lo corporal; es una restauración espiritual que llena el alma. Jesús no era un sanador distante; Él se detenía en medio de la multitud para reconocer su fe, demostrando que cada persona importa para Él.


Imagine la inspiración que surge de esta verdad: no importa cuán grande sea su carga, un encuentro genuino con Jesús puede cambiarlo todo. En la era moderna, donde el estrés y la ansiedad dominan, acercarse a Él significa orar, estudiar Su Palabra y buscar Su presencia en comunidad. Recuerde a personajes como el apóstol Pablo, quien en medio de prisiones y aflicciones encontró en Cristo la fuerza para declarar: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). O piense en testimonios contemporáneos, como el de Corrie ten Boom, sobreviviente del Holocausto, quien halló paz en Jesús pese a pérdidas inimaginables.


Aplicar esto en su vida diaria es transformador. Cuando enfrente desafíos, no se rinda ante el desaliento; en cambio, extienda su mano de fe hacia Jesús. Lea las Escrituras diariamente para conocer Su carácter amoroso, participe en Su iglesia en cada oportunidad y comparta su carga con Él en oración. Al hacerlo, descubrirá que Él no solo resuelve problemas externos, sino que sana el corazón, restaura la esperanza y provee dirección eterna. Esta mujer anónima nos enseña que un simple acto de fe puede llevar a una vida renovada. Usted también puede experimentar esa libertad: acérquese a Jesús hoy, y vea cómo Él transforma sus mayores necesidades en testimonios de Su gracia. Su poder no ha cambiado; Él sigue siendo la fuente de toda solución verdadera.


Video de hoy: https://youtu.be/Z3MxxhFi-nA


Leer: Marcos 4-5; Proverbios 15

Según Jesús, ¿qué es el propósito de una luz?