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“Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas”.
San Mateo 10:27
Jesús anima a Sus discípulos a no temer frente a la persecución ni a los desafíos que enfrentarán por causa del Evangelio. Ellos serían enviados como ovejas en medio de lobos, pero no estarían solos. El Maestro les recuerda una verdad eterna: Dios cuida de los Suyos, conoce cada detalle de su vida y recompensa la fidelidad de quienes le confiesan con valentía.
Jesús asegura que todo lo oculto será manifestado. Dios tiene el control sobre la verdad y la justicia. Aunque en el presente parezca que la mentira o la maldad prevalecen, llegará el día en que todo será revelado. Como cristianos, estamos llamados a vivir con integridad, sabiendo que no hay nada que podamos esconder del Señor.
El Evangelio no fue dado para guardarlo en silencio. Lo que aprendemos en nuestra comunión íntima con Dios debe reflejarse en nuestra vida diaria y compartirse con otros. Jesús nos invita a hablar con valentía, a proclamar la verdad desde las “azoteas”, es decir, públicamente y sin vergüenza. Hablar de Cristo no siempre es fácil, pero recordar quién es Él y lo que ha hecho por nosotros nos da fuerza para hacerlo. Eso es lo que debe movernos a hablar con otros de los milagros de Jesús y de lo que Él ha hecho por usted y por mí. Romanos 1:16 dice: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego”.
Jesús nos enseña una lección poderosa: los hombres solo pueden tocar el cuerpo, pero no el alma. Nuestro temor debe ser reverente hacia Dios, no hacia las amenazas del mundo, la crítica de la gente o los obstáculos que Satanás usa para hacernos dudar. Cuando comprendemos que nuestra vida está segura en las manos del Señor, podemos enfrentar cualquier adversidad con paz. El temor a Dios no es terror, sino reconocimiento de Su autoridad, poder y santidad.
Jesús usa un ejemplo tierno: ni un pájaro cae a tierra sin que el Padre lo sepa, y nosotros valemos mucho más que ellos. Cada detalle de nuestra vida está bajo el cuidado de Dios; incluso los cabellos de nuestra cabeza están contados. Esto nos recuerda que no hay momento pequeño ni problema insignificante para Él. Aun cuando sentimos soledad o temor, Dios está presente, cuidando, proveyendo y obrando en silencio. 1 Pedro 5:7 dice: “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”.
Al final de este pasaje bíblico, Jesús promete algo glorioso: quien le confiesa delante de los hombres será confesado por Él delante del Padre. Esto debería motivarnos a vivir con fe pública, a no negar a Cristo con nuestras palabras, decisiones o acciones. Seguir a Jesús requiere valor, pero su recompensa es eterna. El fruto de la fidelidad también es eterno, y eso hace que valga la pena. Él no se avergonzará de quienes caminaron fielmente con Él.
¿Quiere escuchar “Bien hecho, siervo fiel”? Entonces… no guarde las cosas grandes o pequeñas que Dios ha hecho en su vida. ¡Compártalas!
Hoy necesitamos recordar que el temor no debe gobernar nuestro corazón. Dios cuida de nosotros con atención perfecta, conoce cada detalle de nuestra vida y promete acompañarnos en todo momento. Así que, cuando enfrentamos oposición, inseguridad o ansiedad, recuerde quién está con usted: el Dios que cuenta sus cabellos, que sostiene su alma y que le llama por su nombre.
No permita que el “alto” en la obra de Dios le detenga de seguir trayendo a otros a Cristo, ni que el “no” a su oración le desanime para no llevar a otros a los pies del Señor. No deje que su situación financiera le impida apoyar la obra del Evangelio. Dios siempre provee para los Suyos — no dude de eso. Cristo usa cada espacio en nuestras vidas para glorificarse, y nosotros, en respuesta, podemos testificar de Su fidelidad.
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Leer: Mateo 10; Proverbios 16
En Mateo 10:38, ¿qué dice Jesús que debe hacer todo aquel que quiere seguirle? ¿Qué significa eso?