Vivir para la gloria de Dios
“El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si Yo hablo por Mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia”.
Juan 7:17-18
La verdadera comprensión espiritual nace de un corazón dispuesto a obedecer la voluntad de Dios. No se trata solo de conocer o debatir la doctrina, sino de vivirla con humildad y sinceridad. Jesús no buscaba exaltarse a Sí mismo, sino glorificar al Padre. Esa es la marca de todo verdadero siervo de Dios: no busca su fama, sino reflejar la gloria de Aquel que lo envió.
En otras palabras, el conocimiento espiritual no es solo intelectual; está basado en una relación. Cuanto más se somete una persona a la voluntad de Dios, más clara se vuelve la verdad. Pero esto solo es posible cuando hay una relación personal con Él.
Por eso, muchos pueden leer la Biblia y no entenderla profundamente, porque no están dispuestos a obedecer lo que Dios demanda. Pero aquel que dice: “Señor, quiero hacer Tu voluntad”, recibe discernimiento y dirección.
El Señor denuncia una actitud común entre los líderes religiosos de Su tiempo: hablaban para impresionar, para ganar reputación, para demostrar sabiduría o para mantener un “título”. Pero su motivación no era glorificar a Dios, sino exaltarse a sí mismos.
Ese mismo peligro sigue vigente hoy. Podemos servir, enseñar, predicar o incluso hacer buenas obras, pero si el centro de nuestro corazón busca reconocimiento o aprobación humana, estamos desviando la gloria que solo pertenece a Dios.
El que habla por su cuenta no solo busca su propia gloria, sino que termina promoviendo su propia opinión en lugar de la verdad divina. Por eso Jesús nos llama a depender totalmente del Padre, a ser instrumentos y no protagonistas.
En nuestra vida diaria, podemos caer fácilmente en el deseo de reconocimiento: queremos que los demás vean nuestro esfuerzo, aprecien nuestras palabras o reconozcan nuestras obras. Pero Jesús nos enseña que el corazón que busca su propia gloria se desvía de la verdad. Solo cuando actuamos para la gloria de Dios, con un corazón recto, nuestras palabras y acciones honran y glorifican Su Nombre.
Hacer la voluntad de Dios no siempre es fácil. A menudo implica renunciar a nuestros deseos, dejar nuestra comodidad y someternos a lo que el Señor quiere, aunque no lo comprendamos del todo. Sin embargo, en la obediencia se revela la verdad, y en la sumisión se manifiesta la presencia de Dios.
Este día, usted puede decidir vivir para Su gloria. Dios le guiará paso a paso, y aunque el camino parezca incierto, Su Espíritu le enseñará a distinguir lo verdadero de lo falso, lo eterno de lo pasajero y lo santo de lo mundano. Solo así podrá vivir una vida firme, auténtica y en el centro del plan de Dios para su vida.
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Leer: Juan 7–8; Proverbios 23
¿En qué consiste la fiesta de los Tabernáculos?
