Un camino, un encuentro, una cita
“Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a Sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos, he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron Sus pies, y Le adoraron. Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a Mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí Me verán”.
Mateo 28:8-10
Las mujeres salen del sepulcro con sentimientos mezclados. Por un lado, temor, porque están presenciando el poder sobrenatural de Dios. Por otro, gran gozo, porque la tumba vacía anuncia victoria. Así ocurre cuando Dios toca nuestras vidas: Su presencia despierta reverencia, pero al mismo tiempo llena el alma de esperanza. El temor del Señor no paraliza; le empuja a avanzar con un corazón sensible a Su obra. Un corazón alerta puede presenciar el poder maravilloso del Señor.
Las mujeres no vieron a Jesús dentro del sepulcro, sino en el camino. Ellas iban con gozo, luego tuvieron asombro y temor. Al mismo tiempo experimentaron esperanza por el mensaje dado por el ángel. Y mientras obedecían el mensaje del ángel y corrían para anunciar la resurrección, Jesús mismo salió a su encuentro.
A veces queremos ver a Dios antes de obedecer, pero muchas veces Él Se revela después del primer paso de fe. Quizá aceptamos el regalo de salvación, pero olvidamos cultivar nuestra relación con el Señor, lo que nos hace sentir vacíos y sin experimentar el gozo de Su evangelio.
Cuando ven a Jesús, ellas se postran y abrazan Sus pies. Antes de hablar, antes de correr, antes de cumplir la misión… adoran. Eso nos enseña que la vida cristiana no comienza con hacer, sino con estar a los pies de Cristo. La adoración no es una interrupción del servicio; es la fuente de donde este nace.
Las primeras palabras de Jesús son: “No temáis”. La resurrección de Cristo transforma el temor en paz, la incertidumbre en esperanza, el dolor en confianza. Su mensaje no solo es un mandato; es un consuelo. Jesús no solo envía, también afirma el corazón de quienes envía.
Jesús les dice: “Id, dad las nuevas”. El encuentro con Él no termina en adoración; se convierte en un llamado. Quien realmente se encuentra con Jesús no puede quedarse callado. Las mujeres fueron las primeras mensajeras del acontecimiento más grande de la historia.
Jesús llama a los discípulos “Mis hermanos”, a pesar de que Le abandonaron. La resurrección no solo muestra poder, sino gracia que restaura relaciones rotas. No importa cuánto usted haya fallado; Jesús sigue llamándole hermano, hermana, hijo, hija.
“Allí Me verán”, dice Jesús. No es un encuentro único, sino una invitación a una relación continua. Hay nuevos encuentros para quienes obedecen Su voz. Tal vez su encuentro con Él está “más adelante”, en ese paso que aún no ha dado u obedecido.
Hoy tiene una cita con Jesús, un encuentro único y especial, porque Él es el camino. Disfrute su tiempo con el Señor, recuerde ese día especial cuando Le conoció, mantenga su gozo y sus ojos en Él, y disfrute de la jornada.
Leer: Mateo 28, Marcos 16 y Proverbios 14
¿Cuáles señales revelarían que los discípulos verdaderamente andaban con Jesús?
