¡Él oró por mí!

“Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos; para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”.

Juan 17:20-21


La noche antes de ir a la cruz, Jesús pasó tiempo en oración. Pero no fue una oración rápida o casual. Fue una conversación profunda entre el Hijo y el Padre, una plegaria llena de amor, propósito y entrega. En ese momento tan sagrado —entre el aposento alto y el huerto— Jesús levantó Sus ojos al cielo… y oró por mí.


¡Qué pensamiento tan asombroso! En Su última noche, con el peso del pecado del mundo acercándose, Jesús pensó en nosotros. No solo oró por Pedro, Juan o Santiago. Dijo claramente: “No ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos”. Eso me incluye a mí. Eso lo incluye a usted. Antes de que naciéramos, ya estábamos en Su corazón (Jeremías 1:5).


Él oró que fuéramos uno —que viviéramos en la misma comunión que Él comparte con el Padre. Oró que el amor del Cielo llenara nuestras vidas. Oró que el mundo viera a Cristo reflejado en nosotros. ¡Qué honor! ¡Qué privilegio! ¡Qué responsabilidad tan gloriosa!


Cuando pienso en eso, mi corazón se humilla y se llena de gozo. El mismo Jesús que calmó tormentas, que sanó enfermos y levantó muertos… se detuvo para hablar con el Padre sobre mí. No fue una oración general —fue personal. Él me conocía. Sabía mis luchas, mis debilidades, mis momentos de temor. Y aun así, me incluyó en Su intercesión eterna.


Hoy, esa oración sigue viva. Hebreos 7:25 nos recuerda que Cristo “vive siempre para interceder” por nosotros. ¡Aún ora por mí! Cada día, mientras enfrento desafíos, tentaciones o cansancio, puedo recordar que mi Salvador me cubrió con Su oración antes de la cruz y continúa haciéndolo ahora desde el trono del Padre.


Eso me da fuerza para vivir con propósito. No soy un creyente anónimo en una multitud. Soy alguien por quien Jesús oró personalmente. Soy parte de Su plan, parte de Su misión, parte de Su amor. Así que, cuando las dudas me rodeen, recordaré este hecho eterno: Jesús oró por mí. Y porque Él oró, puedo vivir con paz, con poder y con una profunda seguridad. Estoy sostenido por la misma voz que habló con el Padre aquella noche santa.


Leer: Juan 14-17; Proverbios 11

Jesús oró para que Sus seguidores fuéramos uno, así como Él y el Padre son uno. ¿Qué significa eso para usted hoy? ¿Cómo puede vivir en unidad con otros creyentes y así cumplir la oración de Cristo hoy?