El Cristo que reina, intercede y acompaña
En Hechos 7:55 leemos: “Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios”. La RV1960 no explica más, pero el texto griego añade que Esteban vio a Jesús de pie. Aunque ese detalle no es el enfoque del pasaje, sí resalta que Cristo estaba consciente de lo que Esteban vivía. Sin embargo, la verdad principal permanece: Esteban vio a Cristo en el lugar de suprema autoridad, la diestra del Padre, donde el Señor reina con poder, gloria y soberanía.
La Biblia repite esta imagen constantemente para recordarle quién es Jesús hoy. Hebreos 1:3 dice que Cristo “se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”. Efesios 1:20 afirma que Dios lo “sentó a su diestra en los lugares celestiales”. Colosenses 3:1 le invita a poner su mirada “donde está Cristo sentado a la diestra de Dios”. Todas estas declaraciones señalan que Jesús ocupa el lugar más alto del universo. Nada ni nadie está por encima de Él. Su trono es inamovible y Su autoridad es absoluta.
Además, el hecho de que Cristo esté sentado muestra que Su obra redentora está completa. Hebreos 10:12 dice: “pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios”. Los sacerdotes del Antiguo Testamento nunca se sentaban porque su trabajo no terminaba. Pero Cristo, habiendo hecho el sacrificio perfecto, se sentó para siempre. Esto le recuerda que su salvación no depende de su esfuerzo, sino de la obra finalizada de Jesús.
Sin embargo, la posición exaltada de Cristo no lo hace distante. Al contrario, desde ese lugar Él intercede por usted. Romanos 8:34 declara: “Cristo… está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”. Esto significa que el mismo Señor glorificado presenta sus necesidades, cuida de su fe y sostiene su vida espiritual. Su Rey no solo gobierna; también le acompaña. Su Señor no solo manda; también le cuida.
Con esta verdad en mente, la experiencia de Esteban cobra aún más significado. En su momento de mayor sufrimiento, cuando todo parecía perdido, Dios le permitió ver lo invisible: a Cristo en Su gloria. Lo vio en Su trono, recordándole que todo estaba bajo Su control. Y lo vio consciente de su situación, recordándole que no estaba solo. Esa visión no eliminó el dolor de Esteban, pero sí le llenó de paz, seguridad y esperanza. Saber que Cristo reinaba le dio valor; saber que Cristo estaba presente le dio consuelo.
Hoy, esa misma verdad es para usted. Cristo está a la diestra de Dios, y Su autoridad gobierna sobre todo lo que usted enfrenta. Ninguna situación escapa a Su dominio. Ninguna carga escapa a Su mirada. Él reina con poder perfecto y al mismo tiempo intercede con amor perfecto. Él sostiene su vida, escucha sus oraciones y conoce cada detalle de su caminar.
Cuando usted atraviesa momentos difíciles, recuerde lo que Esteban vio. El Cristo que reina también acompaña. El que está sentado en gloria también está cerca de usted. Su Salvador no lo pierde de vista. Su Rey no lo abandonará.
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Leer: Hechos 7-8; Proverbios 18
Cuando los creyentes dispersados huyeron de Jerusalén después de la persecución, ¿qué resultado inesperado enfatiza el capítulo acerca de su respuesta, y cómo contrasta eso con lo que normalmente produce el temor?
