Fe y obras

“Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?”


Santiago 2:17-20


William Booth, el fundador del Salvation Army, tuvo una gran carga por aquellos que no le importaban a nadie. El predicaba y promovía una religión activa, una que no se limitaba a las paredes de los servicios dominicales, e hizo una diferencia en la comunidad. Booth dijo: “La fe y las obras deben de ir lado a lado, como las piernas de un hombre que va caminando. Primero la fe, luego las obras, la fe y las obras otra vez, hasta que apenas se pueda distinguir la una de la otra”.


La fe en Dios no se queda adentro. Las obras que hacemos para Dios son totalmente independientes de nuestra salvación. Nada de lo que hagamos nos puede dar mérito o favor ante los ojos de Dios. Aunque muchos intentan hacer “suficientes” obras para ir al cielo, esos intentos siempre fallan debido a nuestra naturaleza pecaminosa. No podemos salvarnos ni trabajar para ganarnos la gracia de Dios. Sin embargo, como parte de la familia de Dios, debemos de ser trabajadores. Jesús dijo: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:6).


No hacemos buenas obras para ganarnos la salvación ni para impresionar a los demás, sino para glorificar a Dios. Nuestra gratitud por el regalo de la salvación debe de motivarnos a vivir una vida cristiana, no en palabras, sino en acciones. Como dice el viejo dicho, debemos de ser de capaces de decir: “Si quieres saber si soy cristiano pregúntale a mi vecino”.


Principio de renovación de hoy: Todos los que nos conocen deben de saber por nuestras acciones que tenemos fe en Dios.


11 de noviembre - LEER - Juan 19-21


En Juan 20:31, Juan explica la razón por recordar las señales y milagros de Jesús. ¿Qué era la razón?