¿A quién adora usted?

En Apocalipsis 13 se nos presenta una escena solemne y alarmante. Dos veces se repite una misma acción: adoración mal dirigida. “Y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia” (Ap. 13:4). Más adelante se afirma que “la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero” (Ap. 13:8). Estas personas no solo siguieron al enemigo, lo adoraron. Reconocieron su autoridad, confiaron en su poder y le entregaron su lealtad.


Pero en Apocalipsis 14 se levanta un contraste glorioso. Un ángel proclama a gran voz: “Temed a Dios, y dadle gloria… adorad a Aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (Ap. 14:7). Aquí vemos la adoración correcta, dirigida al único digno: Dios Creador, eterno, soberano y todopoderoso. La Biblia deja claro que no todos adoran lo mismo, pero todos adoran a alguien o a algo.


Este es el punto central: el problema no es si adoramos, sino a quién. La adoración no se limita a cantar o arrodillarse; adorar es dar valor supremo, es rendir el corazón. Jesús mismo lo declaró con claridad: “Ninguno puede servir a dos señores… No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24). El primer mandamiento también lo afirma: “No tendrás dioses ajenos delante de Mí” (Éxodo 20:3). Dios siempre ha llamado a una adoración exclusiva, porque solo Él es digno de ella.


La Escritura insiste en esta verdad a lo largo de toda la Biblia. “Al Señor tu Dios adorarás, y a Él solo servirás” (Deuteronomio 6:13). “Todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús” (Colosenses 3:17). Dios no acepta compartir el trono del corazón; Él no compite con ídolos.


Ahora bien, llevemos esta verdad a nuestra vida hoy. Como creyentes, probablemente nunca nos postraríamos físicamente para adorar a la bestia. Sin embargo, muchas veces sí nos postramos interiormente ante otros “dioses”. Adoramos el tiempo cuando todo gira alrededor de la agenda. Adoramos el trabajo cuando define nuestro valor. Adoramos el dinero cuando confiamos más en él que en Dios. Adoramos el entretenimiento, la comodidad, el éxito o incluso el ministerio, cuando ocupan el lugar que solo Dios debe tener.


El Señor nos llama hoy a examinarnos con honestidad. ¿Qué ocupa su mente, su energía y su afecto principal? ¿Qué le roba la devoción que pertenece solo a Dios? Apocalipsis no es solo un libro del futuro; es un espejo para el presente. Dios sigue llamando a Su pueblo a una adoración verdadera, exclusiva y consciente.

Que su respuesta sea la adoración correcta: temer a Dios, darle gloria y rendirle todo su ser. Solo Él hizo el cielo y la tierra. Solo Él es digno. Solo Él debe ser adorado.


(No hay video hoy.)


Leer: Apocalipsis 12-18; Proverbios 30

Mencione dos cosas por las cuales lloran los reyes y los mercaderes cuando Babilonia cae.