La confianza en el cuidado constante de Dios

“Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque Él dijo: ‘No te desampararé, ni te dejaré’. De modo que podemos decir confiadamente: ‘El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre".

Hebreos 13:5-6


Estos versículos nos recuerdan el cuidado inquebrantable de Dios, el cual Él extiende soberanamente hacia nosotros porque ha prometido nunca abandonarnos. Es Su fidelidad inmutable —no nuestra capacidad de obedecer perfectamente— la que sostiene nuestra confianza. Aunque Él nos llama a vivir sin codicia y a contentarnos con lo que tenemos, la base de Su presencia constante y de Su cuidado en cada necesidad es Su propia promesa irrevocable, no nuestro esfuerzo humano.


Esta confianza no depende de cuán bien logremos obedecer, sino de la naturaleza fiel de Aquel que prometió: “No te desampararé, ni te dejaré”. Dios, en Su gracia soberana, cuida de nosotros, nos sostiene y nos da una confianza profunda que disipa el temor, incluso ante amenazas graves. Él es quien inicia, mantiene y perfecciona Su obra en nosotros. Nuestra obediencia es una respuesta agradecida a Su cuidado ya asegurado, no la condición para ganarlo. Cuando fallamos, Su promesa permanece; cuando vacilamos, Él sigue siendo nuestro Ayudador fiel.


Una historia verdadera que ejemplifica esta confianza es la del obispo Policarpo de Esmirna, discípulo del apóstol Juan, martirizado alrededor del año 155 d.C. A los 86 años, Policarpo fue arrestado por su fe inquebrantable en Cristo. Ante el procónsul romano, que lo instaba a renegar de su Señor para salvar la vida, Policarpo respondió con serenidad: “Ochenta y seis años le he servido, y ningún mal me ha hecho; ¿cómo puedo blasfemar de mi Rey y Salvador?” Lleno de confianza y paz, no mostró temor ante la amenaza de ser quemado vivo. Mientras lo conducían al estadio, su rostro reflejaba la gracia de Dios, asombrando incluso a quienes lo custodiaban. Atado a la hoguera, oró agradeciendo a Dios por considerarlo digno de participar en los padecimientos de Cristo. Frente a la muerte, Policarpo no vaciló: su larga vida de fe le había confirmado que el cuidado de Dios es constante y suficiente, independientemente de las circunstancias.


Al igual que Policarpo, usted puede descansar en este cuidado permanente porque proviene de Dios, no de su propia fuerza. Recuerde aquellos momentos en los que, aun en medio de debilidad o duda, ha experimentado Su presencia fortalecedora. En tiempos de amenaza o adversidad, declare con fe: “El Señor es mi ayudador; no temeré”. Esta confianza transforma el temor en seguridad, porque Él nunca abandona a los Suyos.


Hebreos 13:5-6 nos invita a una vida de obediencia confiada, anclada en el cuidado inagotable de Dios. Él nos guarda, nos ayuda y nos da valentía para enfrentar cualquier circunstancia, porque Su promesa es firme e irrevocable: nunca nos desamparará.


Video de hoy: https://youtu.be/Qa7680oi5-Y


Leer: Hebreos 11-13; Proverbios 23