La gran multitud en el cielo

“Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero”.

Apocalipsis 7:9-10


Imagine usted una escena que trasciende todo lo que conocemos en esta tierra: una multitud innumerable, procedente de cada rincón del mundo, unida en una sola voz de alabanza. No hay barreras de idioma, cultura u origen. Todos, vestidos de blanco puro, levantan palmas en señal de victoria y proclaman la grandeza de Dios y la salvación que solo Él ofrece a través del Cordero, Jesucristo. Esta visión en Apocalipsis 7:9-10 no es un sueño distante, sino una realidad futura para aquellos que han experimentado la salvación divina. Mientras en la tierra se desatan juicios y tribulaciones, estos redimidos ya gozan de la paz eterna, libres de todo dolor, celebrando el triunfo de la gracia sobre el pecado.


En este contexto profético, el apóstol Juan nos muestra que la salvación está disponible para “todas naciones y tribus y pueblos y lenguas”. Piense usted en la diversidad de esa asamblea: personas de Asia, África, Europa, las Américas y más allá, todas reunidas en perfecta armonía. Han pasado por pruebas, han enfrentado persecuciones y han visto el caos del mundo, pero su fe en Cristo los ha llevado a este lugar de gloria. Esta multitud no llegó allí por casualidad; cada uno respondió al llamado de Dios, aceptando la salvación que Él ofrece libremente. Ahora, en medio de los juicios terrenales descritos en Apocalipsis, ellos testifican que la verdadera victoria está en Dios, no en las apariencias temporales de este mundo.


Esta visión debe inspirarnos a actuar con urgencia. Si el cielo será un lugar de unidad eterna en la alabanza, ¿por qué no comenzar a reflejar esa realidad aquí y ahora? Usted, como seguidor de Cristo, tiene la responsabilidad de compartir esta esperanza. Recuerde las palabras de Jesús en Mateo 28:19-20: “Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones”. Se trata de invitar a otros a formar parte de esa gran multitud. Imagine el impacto: un amigo, un vecino o un familiar que, gracias a su testimonio, experimenta la transformación y el perdón de pecados que conducen a la vida eterna. En un mundo dividido por conflictos y juicios inminentes, su vida puede ser un puente hacia la eternidad.


Considere los beneficios de esta salvación compartida: paz en medio de la tormenta, propósito eterno y una comunidad que trasciende fronteras. Primero, al declarar la grandeza de Dios, usted halla fortaleza para enfrentar las pruebas diarias, sabiendo que el juicio final no es para condenar a los que son Suyos, sino para vindicar su fe. Segundo, al enfocarse en la salvación del Cordero, usted es liberado de las ataduras del egoísmo y aprende a amar a otros como Cristo los ama. Tercero, al invitar a más personas a Cristo, usted multiplica la alegría celestial, pues cada alma rescatada añade una voz más al coro eterno.


Permítame desafiarlo: examine su vida hoy. ¿Está usted viviendo de una manera que inspire a otros a buscar esta salvación? Tome acción: comparta su testimonio con alguien esta semana, ore por los no alcanzados y viva con la eternidad en mente. Recuerde: el cielo aún espera a muchos. Que esta visión lo motive a ser un testigo fiel, llevando a otros a formar parte de esa gran multitud que proclamará por la eternidad: “La salvación pertenece a nuestro Dios”.


Video de hoy: https://youtu.be/J0TEnFI4iSc


Leer: Apocalipsis 6-11; Proverbios 29

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