Andando con William Carey
William Carey, conocido como el padre de las misiones modernas, nació el 17 de agosto de 1761 en Paulerspury, un pequeño pueblo en Inglaterra. Su familia era humilde; su padre era maestro de escuela y también trabajaba en una finca. Desde niño, Carey mostró una mente curiosa, un deseo por aprender y un talento especial para los idiomas. Aunque su familia no podía darle una educación formal avanzada, él mismo se dedicó a estudiar todo lo que encontraba a su alcance.
Durante su juventud trabajó como zapatero, y fue precisamente en medio de su taller, reparando zapatos, donde empezó a meditar profundamente en la Palabra de Dios y en el estado espiritual del mundo. Carey creía firmemente que si Cristo había mandado predicar el evangelio a todas las naciones, entonces era deber de cada creyente obedecer ese mandato.
Se casó con Dorothy Plackett, con quien tuvo varios hijos. Sin embargo, su familia enfrentó muchas pruebas: enfermedades, pobreza y sufrimiento. La decisión de partir a la India no fue sencilla, pues su esposa en un principio no quería ir. Finalmente lo acompañó, pero en la misión enfrentaron enormes dificultades que terminaron quebrantando su salud mental. Carey cargó con este dolor, además de perder a algunos de sus hijos a temprana edad.
En el aspecto académico y espiritual, Carey era un hombre disciplinado. Antes de salir de Inglaterra, ya dominaba varios idiomas: latín, griego, hebreo, italiano, francés, y hasta comenzaba a aprender danés. Más tarde, en India, continuó desarrollando sus habilidades lingüísticas para poder traducir la Biblia a las lenguas locales.
En 1793, Carey llegó a Serampore, India. Los primeros años fueron sumamente difíciles. Pasaron siete años sin ver una sola conversión. Carey y su familia vivieron enfermedades, pérdidas y un clima espiritual adverso. El sistema de castas, la idolatría y la indiferencia parecían levantar un muro contra la predicación del evangelio. Sin embargo, Carey no se rindió.
Él solía repetir una frase que marcó su vida: “Espere grandes cosas de Dios e intente grandes cosas para Dios”. Esa convicción lo sostuvo durante las pruebas más duras.
Finalmente, con el tiempo, Carey comenzó a ver frutos: personas convertidas, bautismos, comunidades de fe que nacían en medio de un contexto hostil. Además, su aporte fue mucho más allá de la predicación:
Tradujo la Biblia o partes de ella a más de 30 idiomas y dialectos de la India.
Estableció escuelas, incluyendo una para mujeres, en una época en la que la educación femenina era despreciada.
Luchó contra prácticas inhumanas como el sati, la quema de viudas en las piras funerarias de sus esposos.
Con otros misioneros, fundó el Colegio de Serampore, que se convirtió en un centro de preparación académica y espiritual.
A lo largo de su vida, Carey enfrentó duras pérdidas: la muerte de varios hijos, de su primera esposa Dorothy, y de amigos cercanos. Más tarde se casó dos veces más, y también tuvo que enfrentar la separación por la muerte de sus compañeras. Pero a pesar de todo, nunca dejó su visión misionera ni abandonó su confianza en Dios.
Cuando murió en 1834, a los 72 años, dejó tras de sí una huella imborrable. Su vida marcó el inicio de un movimiento misionero que inspiró a generaciones enteras. Su lema, sus traducciones, su perseverancia y su fe siguen siendo un ejemplo de lo que Dios puede hacer con un hombre sencillo, dispuesto a obedecer.
Video de hoy: https://youtu.be/awD-LGPXNZE
Leer: Daniel 1-3; Proverbios 13
¿Cuáles son los cinco reinos representados por la estatua en capítulo 2?