Dios quiere corazones rasgados, no vestidos rasgados

“Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo”.

Joel 2:13


Todos hemos pasado por momentos en los que sentimos que hemos perdido tiempo, oportunidades, bendiciones o relaciones debido a malas decisiones, al pecado o a circunstancias fuera de nuestro control. Israel, en tiempos de Joel, enfrentaba devastación y juicio. Pero en medio de esa realidad, Dios les dio esperanza: si regresaban a Él de corazón, no solo recibirían perdón, sino también restauración abundante.


El Señor es clemente, tardo para la ira y grande en misericordia. No nos recibe porque lo merecemos, sino porque Su carácter es amoroso y fiel. ¡Cuán bueno es! La exhortación “Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos” nos enseña que lo externo, sin lo interno, no tiene valor.


En tiempos bíblicos, la gente solía romper sus vestidos en señal de tristeza o arrepentimiento. Era un gesto dramático que todos podían ver. Pero Dios dice: “No Me impresiona la tela rota; quiero ver un corazón roto por Mí”. Imagínese a alguien que llora en público para aparentar, pero en su interior sigue igual. Ese tipo de tristeza no transforma nada. Lo que Dios busca es diferente: un corazón que reconoce su necesidad de Él, quebrantado no por apariencias, sino por un anhelo sincero de Su gran misericordia.


Este pasaje nos recuerda que nunca es tarde para volver a Dios y que Su gracia es más grande que nuestras ruinas. Aunque a veces enfrentamos consecuencias por nuestro pecado, la puerta de Su gracia sigue siendo suficiente para reparar y restaurar todo.


Pero nosotros, como Su pueblo, necesitamos ser conscientes de que Dios no está buscando una fachada. Él nos quiere reales y desea que nuestra dependencia total sea en Él y de Él. Cuando ayunamos, oramos, vamos a la iglesia, servimos e invertimos en otros, mostramos nuestra dependencia absoluta de Él.


El Señor promete revertir la ruina: quitar la vergüenza, proveer alimento y devolver lo perdido. Su promesa central es poderosa: “Os restituiré los años que comió la langosta” (v.25). Es decir, Sus bendiciones están disponibles para nosotros y Su plan sigue vigente para nuestras vidas.


Si usted se ha alejado de Dios, no es tarde: Él espera un regreso sincero, no apariencias. Él quiere seguir obrando por medio de usted. No permita que la ruina, el desánimo o las dificultades le impidan ser usado por Dios hoy.


Si siente que ha perdido años o bendiciones, confíe en que Dios puede restaurar lo que parecía imposible. Aquello que hoy parece el fin del mundo, mañana puede convertirse en el testimonio que anime a otros y los lleve a los pies de Cristo.

Si atraviesa vergüenza o sequedad espiritual, crea que Dios puede llenarle otra vez de gozo y abundancia. Nada es imposible para Él.


Recuerde siempre: la restauración no es solo para nuestro beneficio, sino para glorificar al Señor que está en medio de nosotros y para que sigamos produciendo fruto.


Video de hoy: https://youtu.be/vlPRhAgvyrw


Leer: Joel 1-3; Proverbios 12

Mencione una de las promesas que Dios hizo a través del profeta Joel.