Dar gracias: a través del servicio
“Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, Y lavado mis manos en inocencia”.
Salmo 79:13
Fue la gratitud lo que impulsó a un anciano a visitar un viejo muelle en ruinas en la costa este de Florida. Todos los viernes por la noche, hasta su muerte en 1973, regresaba, caminando lentamente y ligeramente encorvado con un gran balde de camarones. Las gaviotas acudían en masa a este anciano, y él las alimentaba con su balde. Muchos años antes, en octubre de 1942, el capitán Eddie Rickenbacker estaba en una misión en un B-17 para entregar un mensaje importante al general Douglas MacArthur en Nueva Guinea. Pero hubo un desvío inesperado que lanzaría al capitán Eddie a la aventura más angustiosa de su vida.
En algún lugar del Pacífico Sur, la Fortaleza Voladora se perdió fuera del alcance de la radio. El combustible se estaba agotando peligrosamente, por lo que los hombres abandonaron el avión y se dirigieron al océano. Durante casi un mes, el capitán Eddie y sus compañeros lucharon contra el agua, el clima y el sol abrasador. Pasaron muchas noches sin dormir mientras tiburones gigantes embestían contra sus balsas.
Pero de todos sus enemigos en el mar, uno resultó ser el más formidable: el hambre. Ocho días después, sus raciones se habían acabado o habían sido destruidas por el agua salada. Haría falta un milagro para mantenerlos. Y ocurrió un milagro. Como dijo el capitán Rickenbacker: “Algo aterrizó en mi cabeza. Supe que era una gaviota. No sé cómo lo supe, simplemente lo supe. Todos los demás también lo supieron. Nadie dijo una palabra, pero al mirar por debajo del ala de mi sombrero sin mover la cabeza, pude ver la expresión de sus caras. Estaban mirando a esa gaviota. La gaviota significaba comida si podía atraparla”.
El capitán Eddie atrapó la gaviota. Se comió la mayor parte y el resto se utilizó como cebo para pescar. Los sobrevivientes se salvaron y renovaron sus esperanzas porque una gaviota solitaria atípica, a cientos de kilómetros de la tierra, se convirtió en un sacrificio.
El capitán Eddy nunca lo olvidó, porque todos los viernes por la tarde, al ponerse el sol, visitaba ese muelle para recordar a la gaviota que un día ya pasado, se entregó sin luchar.
Este hombre estaba agradecido por lo que aquella gaviota había hecho por él. Para demostrar su agradecimiento, sirvió a aquellas gaviotas llevándoles comida. Si aquel hombre estaba dispuesto a dedicar el resto de su vida a alimentar a las gaviotas, ¿cuánto más debemos nosotros dedicar nuestra vida a Cristo? ¿Cuánto más debemos servirle? Después de todo, ¡Él nos salvó no sólo de una muerte terrenal, sino de una muerte eterna!
¿Estás sirviendo a Cristo? ¿No hay mayor motivación para servir que el sacrificio de Cristo en la cruz? Hay varias maneras en las que puedes servirle: un ministerio en tu iglesia local, siendo un testigo en tu comunidad, usando tus talentos para Él y muchas otras maneras. Servir a Cristo es una manera en la que le mostramos nuestro agradecimiento. ¿Estás demostrándole tu agradecimiento hoy?
27 de noviembre - LEER - Romanos 14-16
Romanos 16:19 nos instruye ser sabio para el __________, e ingenuos para el ____________.